
Para ser una película «tan mala» como dicen muchas personas, Materialists (Amores Materialistas) ha logrado algo que pocas cintas consiguen: hacer que la gente hable apasionadamente de ella e inunde las redes sociales. Y no precisamente por sus méritos cinematográficos, sino por algo mucho más incómodo: nos pone un espejo brutal que muestra desnudas nuestras contradicciones románticas en la era digital.
⚠️ Advertencia: este artículo contiene spoilers. Si no has visto la película, mejor guarda este texto para después.
El amor perfecto ¿tiene fórmula?
La trama es engañosamente simple: Lucy, una ambiciosa casamentera neoyorquina, se debate entre la «pareja perfecta» y su muy imperfecto ex, a quien nunca pudo olvidar completamente.
Celine Song, la aclamada directora de Vidas Pasadas, comienza con un ritmo prometedor, pero hacia el final pareciera que no logra cerrar con el toque dramático que muchos esperaban. O tal vez sí lo hace, y eso es precisamente lo que molesta a muchos.
Lo más revelador de Materialists no está en su calidad cinematográfica (es una cinta muy mediana), sino en cómo expone el método de Lucy para hallarle pareja a sus clientes: un cuestionario detallado donde se enlistan todos sus requisitos para el «prospecto ideal». Básicamente, un checklist del amor… que en ocasiones llega a ser ridículamente imposible.
Y aquí está el problema de fondo.
Las redes sociales han reescrito el amor
La industria de la moda, de la belleza y muy especialmente las redes sociales en general, pero Instagram en particular, nos han convencido de que la vida y el amor perfecto son posible y, más peligroso aún, que son alcanzables siguiendo fórmulas. Esa pareja terriblemente atractiva de las fotos, con la calidad de vida envidiable que muestran sus fotos, con la existencia perfecta, el placer constante y la felicidad inquebrantable… es una quimera que nos hemos tragado como cierta.
Pero la vida real no funciona con filtros.
En el amor, una persona puede llenar perfectamente todos los requisitos de un checklist y aún así tener lados muy oscuros, complejos, incluso peligrosos. La película lo ilustra dramáticamente cuando una clienta de Lucy termina con un hombre violento que, en el papel, era «perfecto».
Materialists: el dilema actual de elegir pareja
El contraste entre los dos protagonistas masculinos, entre los que Lucy debe elegir, es deliberadamente exagerado, casi de telenovela:
Pedro Pascal interpreta a Harry, el hombre «ideal»: alto, millonario, atractivo, maduro y (de forma casi irreal) buscando una mujer «sencilla pero que sepa lo que quiere». Como diría Shrek: «como si estas cosas pasaran en la vida real».
Chris Evans es todo lo opuesto: un hombre que persigue su sueño de ser actor en Broadway, que nunca ha tenido éxito en ello, y que además trabaja como asistente en una empresa de catering. No tiene nada material que ofrecer… mas que la promesa de amar a Lucy «pase lo que pase».
¿Cada cuando se conjuntan en un solo hombre la estabilidad financiera y el amor verdadero? El mismo números de veces que puedes ver a un unicornio.
La elección que enfurece
Lucy, clasemediera pero económicamente independiente y sin necesidad de ser mantenida, tras pasar una temporada con el millonario le dice que es «perfecto, un 10 de 10», pero que no lo ama.
Y después de ello elige a su ex pobre.
Aquí viene lo interesante: la inmensa mayoría de mujeres salen furiosas del cine porque Lucy no elige al millonario. Esto, pese a que en la película, la protagonista deja muy claro que ella no lo ama.
Esta reacción revela algo perturbador: las redes sociales nos han programado para creer que por encima del amor, de la compatibilidad, de la felicidad genuina, está el logro económico. Y eso es profundamente deprimente.
¿Es la pobreza una elección?
Muchos interpretan la película como una «defensa de los hombres pobres o mediocres», pero esa lectura es igualmente problemática. Como ha señalado la propia Song: «Me causa problema que la gente esté molesta por la elección de Lucy y que señale al personaje de Chris Evans como ‘el pobre’, asumiendo que la pobreza es una condición de simple voluntad.«
La directora no está defendiendo la pobreza ni romantizándola. Está cuestionando algo más profundo: ¿cuándo decidimos que el amor genuino vale menos que la estabilidad financiera? ¿En qué momento las redes sociales nos convencieron de que una vida «instagrameable» vale más que una vida auténtica? ¿De verdad aquel que es pobre, lo es por voluntad y merece ser desechado?
El verdadero mensaje de Materialists
Materialists funciona porque no da respuestas fáciles. No dice que elegir por amor siempre sea correcto, ni que el dinero sea irrelevante. Lo que sí hace es exponer nuestras contradicciones: queremos amor verdadero, pero también seguridad económica. Buscamos autenticidad, pero juzgamos por las apariencias. Decimos que el dinero no compra la felicidad, pero nos molestamos cuando alguien elige la felicidad sobre el dinero.
La película vale la pena, no necesariamente como obra cinematográfica, sino como diagnóstico social. Porque el tema que toca es dolorosamente real y actual: vivimos en una época donde el amor compite constantemente con el performance, donde nuestros corazones batallan contra nuestros feeds.
Y tal vez, solo tal vez, la verdadera pregunta no es si Lucy eligió bien, sino por qué nos molesta tanto que haya elegido con el corazón en lugar de con la cabeza calculadora que Instagram nos ha enseñado a usar… Y por todo esto, si amas debes ver Materialists si amas el marketing.
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