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El futuro está en chino

Estamos viviendo tiempos electorales en México y nuestros flamantes candidatos se pasean a lo ancho y largo del paí­s, prometiendo resolver problemas como la corrupción, la pobreza, el crimen en las calles, los salarios miserables y un larguí­simo etcétera propio de los paí­ses tercermundistas.

Las promesas claro, van dirigidas a las masas, sin embargo la pregunta de fondo es: ¿Son estas promesas la respuesta al verdadero problema de México?

Algunos piensan que definitivamente no y que mientras no se ponga énfasis en un tema en especí­fico, no importa quién sea el ganador de esta reñida contienda, México saldrá perdiendo.

Dicho tema es la investigación cientí­fica y la innovación tecnológica.

Estamos viviendo un tiempo comparable a la Revolución Industrial. Previo a aquel entonces, todo se hací­a de manera manual,prácticamente artesanal; a la llegada de las máquinas, muchí­simos productos pudieron descender su precio de venta gracias a la reducción de costos que la tecnologí­a brindó a los empresarios. Aquellos paí­ses que creyeron en ella, crecieron rápidamente y se convirtieron en potencias mundiales; otros, (que los hubo) que decidieron encerrarse y no participar del cambio, conservando sus antiguos sistemas de producción, fueron rezagados y años más tarde pagaron el precio.

Hoy, nuevamente la tecnologí­a está acelerando el mundo de manera dramática y los cambios se suceden aún más rápido que en los dí­as de la Revolución Industrial.

China acaba de aprobar un programa de desarrollo de ciencia y tecnologí­a para los próximos 15 años, con vista a convertirse en una potencia mundial de primer orden en esas esferas a mediados del presente siglo. Según el proyecto, se aspira a que la ciencia y la tecnologí­a contribuyan al menos al 60 por ciento del desarrollo de paí­s y que su dependencia tecnológica del exterior se limite a un 30 por ciento.

En nuestro paí­s, el porcentaje del PIB para ciencia y tecnologí­a ha ido decreciendo en los últimos años. Pasó de .43 por ciento en 1998 a .37 por ciento en 2005,a pesar de que el Presidente Vicente Fox aprobó una ley que obliga a otorgar cuando menos el uno por ciento del PIB a la ciencia en 2006. El proyecto de Presupuesto de Egresos para 2006 del Ejecutivo, propone alrededor de .33 por ciento. Para hacer una rápida comparación les diré que Brasil dedica el 1 por ciento de su PIB y Estados Unidos 3 por ciento.

Una de las razones de este tristí­simo fenómeno es que más del 90 por ciento de la industria está dedicada a manufacturar productos de poco valor agregado; mientras que el í­nfimo porcentaje restante se ocupa de la fabricación de bienes de alto contenido tecnológico en áreas de software, farmacéutica, biotecnologí­a, telecomunicaciones, aeronáutica y materiales avanzados. Además de esto, no podemos negar que existe un claro divorcio entre la academia y gran parte de la industria, mismo que impide que las ideas de los estudiantes e investigadores puedan materializarse en negocios productivos.

Basta ver estos datos para darse cuenta que el problema fundamental de México no radica en los temas que se tocan en las campañas polí­ticas, porque esos problemas son tan sólo consecuencias de una situación mucho más delicada: la falta de investigación y desarrollo tecnológico.

Bueno, y a todo esto ¿qué tuercas es la tecnologí­a? Y es que no sobra la pregunta, porque muchos, al escuchar el término piensan en maquinaria tremendamente compleja y complicada, si no es que en HAL 9000, la supercomputadora de Odisea 2001. Sin embargo, en una acepción simple, podemos definir la tecnologí­a como el conjunto estructurado de conocimientos de carácter cientí­fico, ingenieril, empí­rico y gerencial, necesarios para el diseño, producción y comercialización de bienes y servicios.

Lo que da como resultado que cualquier conocimiento que pueda ser explotado comercialmente coadyuva al nacimiento de innovaciones tecnológicas. Pero ¿cómo difundir el conocimiento en pos de proyectos pragmáticos? Registrándolo, obviamente.

Pues bien, en México apenas se registra una media de 0.8 patentes por cada millón de habitantes anualmente, (sin distinguir entre personas fí­sicas o morales), de acuerdo a un estudio del Banco Mundial. En cambio, los asiáticos reportan 54.4 patentes por cada millón de habitantes al año.

La diferencia vuelve a ser abismal.

Esta situación se vuelve un cí­rculo vicioso: al no haber tecnologí­a no hay crecimiento, al no haber crecimiento, los salarios permanecen iguales en el mejor de los casos, lo que origina que aquellos cerebros talentosos busquen otros paí­ses donde obtener una mejor remuneración por sus servicios, por lo que emigran: lo que nos lleva nuevamente al punto inicial, no hay tecnologí­a ni crecimiento.

Seguramente al llegar a este punto todos recordaremos el magní­fico ensayo de Octavio Paz,Los Hijos de la Malinche, y estaremos diciendo «Ya valió :» Sin embargo pensemos en Japón al final de la 2ª Guerra Mundial y veámoslo ahora; les tomó menos de medio siglo para ser una potencia económica después de estar completamente devastados, endeudados y con un territorio prácticamente sin recursos naturales.

Lo que hace falta en México es EDUCACIÓN y DIGNIDAD esencialmente. Necesitamos más y mejores escuelas; contratación de especialistas extranjeros que puedan capacitar a mexicanos; desarrollar, adoptar o adaptar tecnologí­a en todas las áreas, pero esencialmente en aquellas primordiales para el paí­s: campo, petróleo, electricidad, turismo; compromiso de la industria y el gobierno para apoyar a los ciudadanos con posibilidades reales de dedicarse a la investigación y el desarrollo, y que éstos finalmente se queden en su paí­s.

Si logramos hacer eso, es muy factible que el futuro de nuestros hijos sea mejor que el presente que nos ha tocado vivir. Nos encontramos ante una de las encrucijadas históricas de mayor relevancia para nuestra nación y es momento de decidir si nos integramos a los tiempos y a las demandas tecnológicas actuales o simplemente nos quedamos sentados mirando a otros paí­ses crecer mientras el nuestro se empequeñece, a sabiendas de que el futuro: está en chino.

Fuentes bibliográficas:
Artí­culo: Por caminos opuestos de Roberto Campa Zúñiga
http://www.jornada.unam.mx/2005/07/11/004n1sec.html

Enrí­quez Cabot, Juan (2000)
El reto de México: tecnologí­a y fronteras en el siglo XXI:
una propuesta radical, México, Planeta.

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